domingo, 6 de agosto de 2017

Vacaciones



De cara al mar sonrió, perdió la mirada donde se fundían las aguas y los firmamentos, allí se agazapaban, como recónditos, suspensos el futuro, el presente y el pasado. Volvió en sí. Se miró desde el pecho hasta los pies. Le costaría bastante ponerse morena, pero todo era posible con 15 días por delante. Tendría que saltarse la dieta. Los amigos, los chiringuitos, las copas después de las cenas... metería la tripa más de la cuenta. Sus ojos regresaron a la espuma blanca, algo brilló entre las olas. La botella se acercó a la orilla y amerizó en sus talones. Expectante y nerviosa la abrió, desató la cinta negra, desenrolló el papel sepia y leyó el mensaje. No lo entendió. Debía estar escrito en una lengua nórdica, no pudo identificarla con ninguna de las lenguas que ella conocía. La escritura se le antojo viril y en la firma, abajo a la derecha, se desprendían sensibilidades contenidas. Divagó: amor no correspondido, tal vez pérdida de la amada, tal vez muriera. Tal vez un náufrago perdido en la nada sin contornos del mar. No estaba fechado. Podría datar de años, ¿siglos? 
De espaldas al mar, de rodillas debajo de la sombrilla guardó cuidadosamente la botella en la cesta, doblo la carta y la metió entré las páginas del libro. Se sentó en la arena y, librando la toalla de al lado, estiró las piernas al sol. 
Llevaría la carta al centro de idiomas que había en la plaza del pueblo, allí posiblemente supieran decirle en qué idioma estaba escrita.
La brisa de sal le evocaba un brazo de bíceps abultado y una mano fuerte y grande impulsando la tinta letra a letra. Un torso ancho anclado a un vientre plano cuyos escasos pliegues desembocaban en unos potentes muslos postrados en un banco... Un rostro anguloso curtido de nieves, tormentas y soles despiadados que acentuaban la orografía de sus rictus cotidianos. Dos puñales que se abrían para robar los colores abisales del mar y mostrar su misterioso fondo en la mirada... Cuando sus neuronas comenzaron el esbozo del cabello el dibujo se hizo patente realidad en el hombre que, de cuclillas, le ofrecía una bebida fresca... (despeinado, salvaje, fosco, rubio pajizo, decolorado a pinceladas de sal y de sol) ...¿naranja, limón o cola?, preguntó abriendo una nevera de plástico coronada de hielos. Continuó diciendo, con acento vikingo, si no se habían visto antes. Ella, sin responder, abrió el libro y sin dejar de mirarle le entregó el mensaje de la botella. Él lo desdobló y lo leyó: Era de un náufrago que no podía regresar a conquistar a su amada. Que no podía probar las mieles del amor en los labios abiertos de ella. Deseaba que la persona, a quien le llegara su lamento en forma de mensaje, encontrara la pasión que él solo pudo volcar a la piel del mar desde la breve orilla de un islote donde escribía tales palabras. 
-¿En que idioma está escrito?

- En el del amor, respondió mientras se le acercaba, alzaba su barbilla con los dedos de la mano flexionados y besaba suave y apasionadamente los labios entreabiertos de ella. La mujer sintió la pasión azul que el mar adeudaba al náufrago en los cálidos ojos del vendedor. Se dejó llevar, le compró las bebidas y, sin decir palabra, abandonaron juntos la playa, sin rumbo... disponían de 15 días para que el mar dispusiera. 

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