Pero… ¿qué igualdad ni qué
niño muerto? No se lo cree ni el
que teorizó con estos asuntos siendo
un precursor de los servicios sociales
de la localidad en los años 80.
Vamos a ver, ¿cómo se puede
impartir igualdad si la mayor parte de los acuerdos y legajos al respecto los
elaboran y dictan en su mayoría
hombres? Siempre los he visto
como meras obras de caridad que nos otorgan por alegrarles la vida o para que
no se la amarguemos…
Igualdad, dicen, ¡qué
barbaridad…, qué falacia…!
Tanto es así que desde que me intuyo en la vida,
desde la mesa de la cocina de la casa de mis padres, desde los juegos en la
calle con mis presuntos en igualdad
amigos masculinos, desde el pupitre de párvulos en el colegio y,
rascando más arriba, hasta llegar a la universidad, yo, una mujer, me he creído posiblemente con menos
capacidades que un hombre.
Claro que nací igual a
ellos, ahora lo sé, pero el mundo ya era suyo y nos bañaron en el perfume que a ellos les
gustaba.
A veces me tienen hasta los
cojones, usando su patriarcal lenguaje,
de verles pavonearse en el trabajo al mínimo logro que consiguen…, de
que se les reconozca un talento y una trayectoria que en nosotras no quieren percibir ni remunerar…
Hasta ahí mismo me llevan
cuando en el hogar todos disponen de tiempo en recrear su vida… Y la mía,
servil a toda costa, se ocupa de organizar, recoger, limpiar, lavar, secar,
planchar, protestar, callar, sufrir y humillarse… relegarse….
Si, lo confieso, urdimos
mañas de mujer para paliar tales efectos. Nuestra guerra fue de soledad tapada,
paciente y silenciosa. Ganamos alguna que otra lid en el combate, nunca una
batalla….
Las mujeres crecimos en el
más desigual sentido común de los sentidos.
Tanto es así que parimos su
estirpe.
Y ahí me atraparon sin
remisión al arropar a mi vástago y protegerlo de ambas fauces:
Para que algún infame no me
le contaminara con la dictadura moral del patriarcado.
Para que alguna arpía de mi
género no le dominara y torciera sus
voluntades con nuestras consabidas tretas.
Mi hijo, que es uno de
ellos, tiene tanto de mí….
¿Igualdad?
Si hasta estas letras las
escribo robándome el tiempo a mi descanso.
¿Igualdad?
Sí, claro, seguimos igual…
¿Igualdad?
Cuando caminen máquinas encima de los hombros, que todo llegara…
Priscila Alonso